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¿BAÑARSE CON AGUA CALIENTE O CON AGUA FRÍA?

8 diciembre, 2015

Cuando tomamos un baño o una ducha es bastante común que regulemos la temperatura del agua casi de manera automática, utilizándola según lo que acostumbramos desde jóvenes o desde que éramos niños cuando nuestra madre nos preparaba el agua para bañarnos. Utilizar agua caliente o tibia es la tendencia predominante y son en realidad pocas las personas que usan agua fría para bañarse, esto se debe principalmente a una cuestión de comodidad. Sin embargo, cuando el agua con que nos bañamos está siempre a la misma temperatura o con ligeras variaciones podríamos estarnos perdiendo de muchos beneficios que un cambio de hábitos podría traer para nuestra salud.

Como ya mencionamos, elegir la temperatura del agua es algo que hacemos casi de manera automática y la regulamos según lo que nos parezca más agradable al tacto. Esto depende tanto de nuestra sensibilidad como de lo acostumbrado que esté nuestro cuerpo a ciertas temperaturas y lo más común es que busquemos siempre sentirnos cómodos, por lo que usar agua con una temperatura que esté fuera de nuestro rango aceptable simplemente nos resulta insoportable. Este rango de temperatura al que nos referimos como “aceptable” varía de una persona a otra (por las respuestas de su sistema nervioso), de ahí que cuando alguien más nos prepara el agua para el baño nos pueda parecer que está muy fría o muy caliente, mientras que a la persona que nos la preparó le parece que está perfecta.

Si bien es importante sentirnos cómodos al tomar un baño o una ducha, actividad que se hace a diario o al menos cada tercer día, dependiendo de los hábitos de cada persona, también es importante tener conciencia de lo que puede provocar el agua a determinadas temperaturas a nuestro cuerpo. Con un conocimiento de los efectos del agua caliente y del agua fría sobre el cuerpo humano podremos manipular la temperatura en nuestros baños o duchas según lo que necesitemos y aprovechar las propiedades del agua.

Desde la antigüedad se identificaron todas las propiedades del agua y se comenzaron a utilizar con fines terapéuticos para tratar diferentes tipos de dolencias tanto físicas como mentales y este conocimiento ha pasado de generación en generación y pervive hasta nuestros días. Las propiedades del agua y sus efectos sobre el estado de salud de las personas están comprobados y son aplicados principalmente en técnicas de fisioterapia para rehabilitar el cuerpo de las personas que han sufrido de algún traumatismo o enfermedad que afecta su movilidad y el estado general de su sistema musculoesquelético. Por todo lo anterior resulta muy conveniente que tú también conozcas estas propiedades para que la próxima vez que tomes un baño, elijas a conciencia la temperatura que usarás según cómo te encuentres ese día y lo que necesite tu cuerpo. A continuación te presentamos las principales propiedades del agua fría y caliente:

Agua fría:

  • Te energiza.
  • Aumenta tu estado de alerta, por lo que te sentirás más despierto después de la ducha.
  • Estimula y mejora tu circulación sanguínea.
  • Mejora tu tono muscular.
  • Estimula tu sistema nervioso.
  • Fortalece el sistema inmunológico.
  • Reafirma la piel.
  • Te refresca.
  • Ayuda a mantener hidratados tu cabello y piel.
  • Estimula los termoreceptores, por lo que tu cuerpo elevará su temperatura y la mantendrá durante más tiempo.
  • Da una sensación de bienestar que te ayuda a combatir la depresión.
  • Aumenta tu umbral del dolor.

Agua caliente:

  • Te relaja.
  • Ayuda a desintoxicar el cuerpo pues abre los poros.
  • Limpia a mayor profundidad eliminando grasa y cualquier toxina acumulada en la piel.
  • Tiene un efecto analgésico y sedante, por lo que si tienes dolores disminuirán (esto incluye diferentes dolores ocasionados por traumatismos y también dolores menstruales).
  • Disminuye la hinchazón.
  • Ayuda a descongestionar, lo que es excelente para cuando tienes un resfriado.
  • Su efecto relajante es excelente para tratar la ansiedad, el estrés y el insomnio.
  • Aumenta la elasticidad de los tejidos.

Como puedes notar, el agua a diferentes temperaturas actúa de distinto modo sobre el cuerpo y por eso te recomendamos que utilices la que mejor te convenga según tus necesidades. Sabemos que lo más común es que estemos acostumbrados a bañarnos con agua de caliente a tibia y que el paso al agua fría puede costarnos bastante trabajo. Esto es completamente normal y puede tomar un tiempo habituarse a la baja temperatura en la ducha o baño, pero no es algo imposible y puedes comenzar a disfrutar de los beneficios del agua fría si haces el cambio de manera gradual. Algunas personas prefieren cambiar la temperatura del agua de golpe y la decisión de hacerlo poco a poco o bruscamente dependerá de ti. En cualquier caso te recomendamos que tengas conciencia y control sobre tu respiración, esto te ayudará a controlar el shock que puedes sufrir al exponerte a una baja temperatura para que mantengas la calma y puedas disfrutar de tu baño o ducha tranquilamente.

En este punto es de suma importancia que mencionemos que hay algunos casos en los que no se recomienda bañarse con agua fría o caliente, esto si la persona tiene algunos padecimientos específicos. Lo mejor es consultar a un médico que nos indique si el uso de agua caliente o fría está contraindicada, lo que es altamente probable en personas con padecimientos del sistema circulatorio, problemas de presión, artritis, reumatismo, mujeres embarazadas, quienes recientemente se han sometido a procedimientos quirúrgicos, están en proceso de cicatrización de alguna herida o tienen infecciones en la piel y cuero cabelludo, entre otros.

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